Agua que a la fuente busca en busca de sentido

Hace tiempo, un amigo y yo debatíamos a cerca de los mecanismos de la memoria. Al no llegar a entenderla, concluimos que la memoria, una de dos, o funcionaba a su amor o era una funcionaria obediente puesta ahí a instancias de algún alto cargo, entre secretario y subsecretario.
La unidad de memoria humana se divide en archivera y archivos. ¿De qué materiales se compone un recuerdo? Ayer, alguien a quien instruí sobre cómo recuperar recuerdos liofilizados me refirió una experiencia que reverdeció después de ponerla a remojo en estos antiguos versos del Cantar de los Cantares (7:2): Tu ombligo es una taza redonda/a la que no falta bebida;/tu vientre, un montón de trigo/cercado de lirios.
Acababan de hacer el amor sobre la hierba alta del cabo Machichaco. Miraban medio incorporados mar y cielo en el mismo ángulo azul. La frente de Miranda brillaba como un rosal transparentado por el rocío. Al alzar el rostro al sol, las laderas de su pecho comenzaron a crear pendiente. El hoyuelo que, bajo la nuez, había estado recogiendo deshielos del apasionado cuerpo a cuerpo, inclinado rebosó. Un manantial, pero cuán breve, apenas dos gotas que recorrieron la curvatura de la piel como cometas gemelos a través de la bóveda celeste. Si los cometas desprenden de su cabeza helada una cabellera de fuego, las gotas pintaron un brillo tras de sí remontando a la carrerilla cada una un seno hasta parar en la cumbre como lluvia mínima, como agua que a la fuente busca en busca de sentido.

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