Soldado del aire

Proemio/Amoríos de instante
El reparto de paquetería urgente, si en su contra tiene democratizar la servidumbre, tiene en su pro la singularidad de establecer relaciones fugaces estables en el tiempo. Hay destinos que se repiten a diario. Llega el furgón y aparca en doble fila. Los porteros del 2, el 4 y el 6 departen con el bendito ocioso de turno. Antonio lleva la bayeta desplegada; Morenito de Maracay sujeta un cigarrillo; Neme mira de reojo al Porsche Cayenne que usurpa plaza en el carga y descarga. Conoce al propietario. Lo sacará de la cafetería sólo si aparece el vigilante del SER (Servicio de Estacionamiento Regulado). A los repartidores que les den por culo.
El conductor de DHL sale eyectado de su asiento, abre el portón trasero, extrae un paquete, se presenta y da los buenos días. Le saludan. Desconocen su nombre, nunca se detuvo a intimar. Ellos son plantas de portería, mientras que él es el abejorro que llega, liba y se va. Pertenecen a dos reinos de la Naturaleza diferentes. El abejorro, no obstante, les tiene bien tomada la filiación. Son sus comodines. Uno de cada dos paquetes se queda en las porterías.
– ¿A dónde va?,
-Al cielo, creo: Evangelista San Pablo, sexto interior derecha.
– Será San Pablo Evangelista.
– Yo digo lo que pone aquí.
– Este es filipino, a ver si te enteras. Se llaman San Pablo, Santo Tomás, Santa Teresa…
– Pues yo, que soy macareno, me tendría que llamar Nuestro Padre Jesús del Gran Poder.
– ¿De Sevilla? ¡Yo soy del Betis!
– Pues yo no. ¿Tu nombre es Julio Almazán, verdad?
– Para servir a Dios y al Rey Juan Carlos.
– Ya, y a la comunidad de vecinos. Firma aquí, con el dedo.
No han pasado cuatro minutos. Vino, abrió y cerró puertas, saludó, entregó un paquete, embromó al portero con donaires y se despidió corriendo. Había ganado dos euros con diez.
(sigue)