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¿Por qué sonríen más las mujeres que los hombres?

Dirán que de dónde he sacado la certeza previa a pregunta tan peregrina. Uno ya tiene cierta edad, no sé si me entienden. He rodado mucho. He vivido en muchos lugares. Fíjense lo que les digo: he visto tantas caras que a partir de cierto momento empecé a verlas repetidas.

La teoría de la estadística no la inventó Laplace. Primero fue, poco después de las cuentas con los dedos, la estadística de la abuela y a ella me remito. Hice mis cálculos. Contemplo un margen de error en más, menos, un millón: El 99% de las mujeres ríe o sonríe un 50% o más que los hombres. Líbreme la inteligencia – lo digo bien alto y claro -, líbreme de pisar prados ajenos. Dirijo la pregunta a los antropólogos, sociólogos, psicólogos y neurocientíficos. Va en serio y parte de un serio acomplejado por la obligación de salir en toda foto de aquíestoyyo con el semblante del día más feliz de su vida habitual. Habitual e irrepetible. El día más feliz de la vida debe ocurrir, como mínimo, una vez al mes y de cada uno ha de quedar constancia gráfica en todas las redes sociales. El culto adecuado a la imagen que crea una sólida reputación de seductor, productor y exportador de felicidad es fundamental. De lo contrario, nadie contará contigo para salir de fiesta.

15.000 palabras más al día

Sabemos que las mujeres dominan el ars locutoria y sabemos porqué: Tienen el hemisferio cerebral que domina el lenguaje más desarrollado. Son capaces de pronunciar por término medio y sin sequedad de boca unas 15.000 palabras más al día que los hombres. El profesor Luis Rojas Marcos, profesor de psiquiatría en la Universidad de Nueva York, asegura en su última obra, Somos lo que hablamos, que hablar mucho y bien es saludable, que alarga la vida . Sólo hay un país en el mundo donde la primacía de la locuacidad está en manos del género masculino y ese es Argentina. Tomen esta afirmación con todas las reservas, pues tal vez me haya precipitado al adelantar las conclusiones de un estudio que está en marcha sólo en mi imaginación.

Luis Rojas Marcos

El profesor Luis Rojas Marcos, profesor de psiquiatría en la Universidad de Nueva York, asegura en su última obra, Somos lo que hablamos, que hablar mucho y bien es saludable, que alarga la vida .

La risa activa el sistema inmune, favorece la circulación sanguínea (cuidado con los accidentes cerebrovasculares), libera tensiones, retrasa el envejecimiento (En este punto, Carmen Lomana prefiere el estiramiento facial).

Reír o remar en trainera

La cuestión del porqué ríen más las mujeres es importante por varias razones. Si ya cumplen más años por hablar lo que no está escrito, por reír tendrían un bonus de prolongación con indulgencia plenaria que firmaría el Papa, vicario del Hacedor de Vida y de la calidad de vida. La risa activa el sistema inmune, favorece la circulación sanguínea (cuidado con los accidentes cerebrovasculares), libera tensiones, retrasa el envejecimiento (En este punto, Carmen Lomana prefiere el estiramiento facial), libera endorfinas que tienen un efecto analgésico y sedante e, incluso, podría ser una alternativa al ejercicio físico.

El psiquiatra William F. Fry, fundador de la Gelotología (Estudio de los efectos de la risa en el cuerpo y la psique humanos), autor de textos que han servido de referencia para estudios y técnicas posteriores (Usar el humor para salvar vidas) como la risoterapia o el yoga de la risa (No se rían gratis, pruébenlos), afirmaba que 20 segundos riendo pueden duplicar la frecuencia cardíaca entre tres y cinco minutos, un esfuerzo equivalente a remar la última ciaboga en la Bandera de la Concha con la trainera de Portugalete, aunque quede de las últimas. ¿Si reír adelgaza, por qué tengo yo grabado en la memoria la imagen descacharrante de unas señoras gordas celebrando recuerdos del día en que dejaron de ser vírgenes? Veinte segundos y hasta un minuto las he visto yo con agitación de carnes, gritando y llorando de risa. Eran otros tiempos y eran otras madres, la que no retenía líquidos se apalancaba la botella de txakolí.

Portada de la edición del Círculo de Lectores, Barcelona, 1973
Desmond Morris (Wiltshire, Inglaterra, 24 de enero de 1928), zoólogo y escritor.

La invención de la risa

La risa es una bendición. Los últimos estudios sobre el tema concluyen que es una capacidad innata equiparable al lenguaje, pero desde cuándo. Todavía no se ha documentado un parto en que la criatura, caiga de pie o con la gorrita del fórceps, salude a la vida riendo. A mí siempre me ha resultado sospechoso que de la risa al llanto cambie tan poco la mueca. Se llora de risa y también se ríe de llanto como Juana I la Loca en versión cinematográfica. La adaptación de El Mono desnudo, ensayo de Desmond Morris, en la película En busca del fuego propone un ejemplo de la risa original cercano a mi hipótesis. Una mujer evolucionada lo enseña. La primera vez que ríe causa estupor en el grupo. Tiempo después, uno de los peludos protagonistas recibe un cantazo en la cabeza como pa’berlo matao. La escena recuerda a la primera. Los erectus habían entendido el mensaje y como insustanciales ante un programa de Cámara oculta festejan ruidosamente la pedrada. Reírse quería decir: no-llorar, no-peligro. No te ha pasado nada. El mismo individuo escalabrado, comprendiendo el nuevo recurso utilitario de distensión, se une a la risa del grupo: No me ha pasado nada, gracias a Dios.

La felicidad completa sería un estorbo

No hace mucho, leí en una noticia de prensa que no he podido recuperar la historia de una mujer anglosajona que, como diría el profesor López Otín (ver Más feliz que Abderramán), tenía un grado de felicidad basal máximo. No podía evitar ser feliz y reír en cualquier ámbito y situación. Su actitud incomodaba a familiares, amigos y vecinos con cuyas contrariedades era incapaz de empatizar. Imaginen las situaciones embarazosas en que pudo verse involucrada. Yo la imagino por primera vez a disgusto luego de saber que alguien muy cercano había otorgado testamento con la indicación de que llegado el óbito se le restringiera el acceso al velatorio por respeto a la familia. Esta mujer dotada para disfrutar plenamente de la vida se había convertido en un estorbo. Esa felicidad era una anomalía, como la depresión, porque lo mismo incomoda el aguafiestas que el ríedesgracias, ¿no es cierto? Bien, se trata de un caso extremo y de muy baja prevalencia. A qué persona en su sano juicio le puede molestar la presencia bienintencionada de un rostro agradable y sonriente en el que mirarse. Una compañera del alma con esas cualidades vale tanto como el fuego del hogar. No hay evaluación completa de belleza humana sin sonrisa. La sonrisa embellece la hermosura, disculpa la fealdad y, si me apuran, la falta de piezas dentales.

Hay sonrisas y risas. Está la mefistofélica del diabólico personaje de Goethe en Fausto; la sardónica, que ya conocía Homero, provocada por el veneno de la planta sardonia o por el tétanos; la histérica del cuento La Risa de Emilia Pardo Bazán;

No hace muchos años, encomendábamos nuestros hijos a la fe, esperanza y caridad de algún degollado del santoral; a partir de no hace tantos, se los encomendamos a sor Angelina Jolie, adoptadora de huérfanos, a ver si nos salen con sus morritos.

Es preciso recordar, también, que la belleza y la sonrisa que admiramos en estos tiempos de escaparate están sobrevaloradas. Tendemos a prejuzgar en los guapos todas las virtudes que se nos ocurren o que nos propongan; nos los imaginamos sin intestinos, inmortales y sin vejez. Pasamos por alto que nunca puedan igualar a la madre Teresa de Calcuta. Y de esto, buena parte de culpa la tiene el cine del star system. La cara de la heroína cinematográfica es la cara del heroísmo y su nombre, aunque sea ortopédico sonará celestial y será nombre de pila emergente en todo el mundo hasta que el merchandaising de la serie ya no se venda ni en cromos de Carrefour. Somos así de sonsos. No hace muchos años, encomendábamos nuestros hijos a la fe, esperanza y caridad de algún degollado del santoral; a partir de no hace tantos, se los encomendamos a sor Angelina Jolie, adoptadora de huérfanos, a ver si nos salen con sus morritos.

Cuidado con los «pájaros» del Paraíso

Hay sonrisas y risas. Está la mefistofélica del diabólico personaje de Goethe en Fausto; la sardónica, que ya conocía Homero, provocada por el veneno de la planta sardonia o por el tétanos; la histérica del cuento La Risa de Emilia Pardo Bazán; la sonrisa encantadora de la simpatía y la no menos cautivadora de la falsedad. La risa fácil de los extrovertidos vale lo que un máster de relaciones públicas. Con ellos nos arriesgamos a que en la intimidad hagan jornada de trabajo y en el trabajo jornada de intimidad. Dotados de la misma documentación transfronteriza que da la belleza, tienden a vivir de ello, a cuidarse de esfuerzos trascendentales, a mantener el tipo y a hacer política: todos para ellos y ellos para todos y para ninguno. Cuidado, entonces, con los muy felices que nos quieren hacer reír o con los muy risueños que prometen devolvernos al Paraíso. A todos nos gustaría que lo bueno fuera eterno. Es tan imperativo, tan exigente el deseo, que caemos en el engaño por pura desesperación o despecho; y si nos desengañamos, al cabo de un tiempo con paños calientes, volvemos a enamorarnos otra vez. El cielo carece de caminos unidireccionales. La vida tiene doble sentido.

    No sé por qué se ríen tanto las mujeres, algo traen entre manos. A lo mejor estoy equivocado y no es sino que me sonríen a mí más que a nadie y que sólo yo y unos pocos más hemos caído en la trampa de unas sonrisas políticas con feromonas de Chanel nº5. Con los mamoncetes, los de la cuna, tengo la misma impresión. No tienen palabras, los pobres. Me miran con los ojos muy abiertos. Los noto expectantes, inquietos, estiran el cuello, mueven los brazos y los pies en una danza que carece de sintaxis. Como me miran, les miro y hago que pongo ojos de buceador, pero la cosa no va de jugar al pez. Lo que ellos quieren decir y al final dicen chasqueando una saliva que quisiera proyectarse es: ¡Ríete un poco, joder, caramba que tío tan serio! ¡Así no salgas en las fotos de Instagram!

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