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Violencia de género: Lo que no se dice y se debiera decir (1)

Como falla el diagnóstico, falla la medicina

El 2 de diciembre de 2018 se celebraron las elecciones autonómicas andaluzas. Por primera vez, en la España democrática, un partido tachado de ultraderechista conseguía representación parlamentaria. Nada más, ni nada menos que doce escaños: 395.978 votos. Los partidos de izquierda perdieron diecisiete representantes y el PSOE, en concreto, el gobierno de la comunidad tras 36 años de hegemonía. ¿Qué había pasado?

El cinismo perdedor que se acostumbra en política atribuyó el descalabro socialista a la abstención de su electorado, una de tantas medias verdades – medias o de cuarto y mitad – que, en realidad, ejercen como medias mentiras, porque su propósito es encubrir la verdad y no otra cosa. Con los niños se usan mucho las medias verdades. Todos coincidimos en que no están preparados para asimilar íntegras ciertas crudezas de la vida. Los padres, se supone que sí y que, como saben la parte verdadera restante, están prevenidos contra ella; de lo contrario mal vamos. A los políticos que se creen sus propios cuentos se los lleva la fantasía y ya no los vuelven a ver en el salón de plenos.

Falta el mea culpa de la izquierda

Que uno sepa, ningún miembro de los partidos perdedores de facto, PSOE y Adelante Andalucía, (El PP también perdió escaños, pero ha conseguido encabezar el nuevo gobierno), ninguno, tampoco, de esos «portavoces laicos» que colocan en las tertulias radiofónicas y televisivas para defender o exponer opiniones oficiales y suboficiales ha entonado en público un mea culpa suficiente. No dirán que identificar las causas de la desafección electoral es asunto complejo que ha de dejarse en manos de analistas y no precipitarse; que lo habrán dicho, es lo habitual en estos casos, aunque esta vez, el rumor popular que se levanta de la platea suena a «nosotros lo tenemos claro». Y es así, nosotros lo tenemos claro. Las razones del batacazo electoral de la izquierda saltan a la vista. No hace falta rebuscar, están en el programa de Vox, el partido emergente, la fuerza de ultraderecha que se las ingenia para no parecerlo. Ahí están, en su programa y en sus proclamas, a saber: corrupción y clientelismo políticos; el desafío independentista catalán; inmigración ilegal; ley de Memoria Histórica e ideología feminista «de género».


Las razones del batacazo electoral de la izquierda saltan a la vista. No hace falta rebuscar: corrupción y clientelismo políticos; desafío independentista catalán; inmigración ilegal; ley de Memoria Histórica e ideología feminista «de género».

Este artículo, el precedente ( ¿Violencia de género o violencia doméstica? ) y el que seguirá tratarán de demostrar qué parte de razón tienen quienes proclaman, por activa o por pasiva, que el movimiento feminista en España promueve falsas situaciones de precariedad, indefensión y alarma, y cómo la estrategia combativa «de género» – similar a la periclitada «lucha de clases» – está creando adversarios que hasta la fecha de las últimas elecciones andaluzas no tenía. De donde podría colegirse cómo, con empeño, una fuerza concertada puede provocar situaciones incendiarias, precisamente, para justificar su traje de bombero.

Gráfico de barras verticales que muestra la evolución de los homicidios de mujeres en España entre los años 2012 y 2018. Las cifras y porcentajes muestran una evolución poco favorable. El porcentaje de víctimas extranjeras supera el 33% desde 2015.
La evolución de los homicidios a mujeres entre los años 2015 y 2018 ha sido más favorable para el colectivo de extranjeras (22, 21, 18 y 17 asesinadas respectivamente), que para el de españolas (38, 28, 33 y 30 asesinadas). El porcentaje de extranjeras, durante el mismo período, supera el 33% sobre el total.

El parte diario de la violencia machista

Hasta diciembre del 18, una voz única y concertada de comunicadores, partidos políticos y órganos gubernamentales del Ejecutivo, Legislativo y Judicial, a derecha e izquierda de los arcos parlamentarios dominantes, nos dictaba a todas horas, a diario, semanal, mensual y anualmente un parte estremecedor de víctimas femeninas a manos de una violencia masculina entroncada en el mismo tuétano del varón y alentada de manera subrepticia, cuando no franca, por la cultura machista patriarcal. A las españolas, los españoles las maltratan y asesinan a todas horas, a diario, semanal, mensual y anualmente, sólo por el hecho de ser mujeres. Este ha sido el mensaje terrible e inevitable, mensaje categórico, desnudo de explicaciones, detalles o circunstancias, que hemos estado recibiendo durante años.

Claro, un panorama así es desalentador y frustrante para todos (y todas) alarmante en particular para las mujeres; vergonzante y culposo para los hombres. ¿Pero cómo, por qué?, hemos preguntado algunos desafiando la versión oficial. «El «cómo» no viene a cuento. La violencia contra las mujeres no admite justificación» – se nos respondía, señalándonos con el dedo zahorí que huele la veta machista a distancia – . «Y el porqué te lo voy a decir yo: ¡A las mujeres se nos asesina por el mero hecho de serlo, porque el hombre nos considera un objeto de su posesión, porque no quiere perder su estatus dominante!». Consonando con este diagnóstico en la forma (En el fondo, a la luz de los hechos, ese yugo machista no ha impedido alcanzar numerosas e importantes reivindicaciones ), la receta feminista ha venido dispensando píldoras para tratar los efectos, más que las causas: endurecimiento de las penas para los delitos sexuales y cualquier otro tipo de violencia de género; protección de las víctimas desde el mismo momento de la denuncia (En este capítulo, todos los denunciados pierden la presunción de inocencia y todas las denunciadoras adquieren la condición de víctimas ipso facto), durante el proceso y después de él; medidas de «discriminación positiva» y avances hacia la igualdad entre hombres y mujeres en todos los campos. Bueno, bien o medio bien. ¿Pero qué hay del estudio a fondo, científico, profesional, de las causas de esa supuesta violencia de género?

Gráfico de galletas en vertical que muestran los porcentajes de homicidas españoles y extranjeros entre los años 2012 y 2018. Los extranjeros suponen más de un 30; 38,3% en 2018.


En 1990 se crearon en EEUU los primeros equipos de revisión pormenorizada de homicidios con víctimas femeninas en el entorno familiar, cuyos objetivos eran:

  • Disminución de la tasa de homicidios dentro de la familia.
  • Creación de bases de datos específicas.
  • Identificación de factores de riesgo.
  • Programas de prevención.
  • Coordinación y comunicación entre los organismos que combaten la violencia doméstica.

En el 70/80% de los casos no hay denuncia previa

Es evidente que los objetivos que enunciaran los primeros equipos en EEUU hace veintiocho años, aquí, en España, no han sido prioritarios. En España, diversas instituciones, cada una por su cuenta y riesgo, han estudiado el problema a su manera (Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, ministerios de Trabajo y Asuntos Sociales, Interior, y Administraciones Públicas, delegaciones y subdelegaciones de gobierno). Lo cierto, a día de hoy – y entre otras muchas cuestiones – es que no se han identificado factores de riesgo que permitan evitar asesinatos de mujeres por sus parejas en los que ni hubo denuncia previa, ni un comportamiento agresivo anterior que hiciera temer los trágicos desenlaces. (Entre el 70% y 80% de los casos, según el estudio «Revisión pormenorizada de homicidios de mujeres en las relaciones de pareja en España»– Anuario de Psicología Jurídica, 2018 -). Lo contrario, por cierto, de lo que se pone en boca del ex delegado del gobierno contra la Violencia de Género, Miguel Lorente, en una información publicada por El Mundo el 1 de febrero del año en curso y titulada: «Seis agresores reincidentes al día en España». (Este señor se arroga, además, la facultad de saber cifrar todos los casos de violencia de género que se dan en España, pero que no se denuncian; equipara denuncia a delito probado y concluye, con una asombrosa intuición jurídica, que sólo reciben condena un 5% de los agresores. Pura desinformación).

Recapitulemos. Dos de diciembre de 2018, ¿recuerdan la fecha, verdad?: elecciones al parlamento de Andalucía, Vox, doce escaños. Antes del dos de diciembre, la violencia de género se reducía a una simple estadística de número de mujeres asesinadas y número de denuncias por mes, trimestre y año, entre otras cifras absolutas de las que sólo se desprendía gravedad sumarísima y contra las que se reaccionaba participando en concentraciones silenciosas y manifestaciones a gritos; organizando debates, conferencias y programas monográficos donde se encarecía la necesidad de una educación infantil en valores de igualdad entre sexos y una reeducación del género masculino adulto todo; la necesidad de no dejar agresión, discriminación, maltrato físico o psicológico hacia la mujer sin denuncia, fuera esta presentada por la víctima, por sus familiares o por allegados. Nos atacan, zafarrancho de combate, disparad a todo varón que se mueva.

Los medios informan sobre la violencia de género dando una de cal y otra de arena

31 de diciembre de 2018, otra fecha para recordar, si quieren, como símbolo del cambio de paradigma en la información que los medios venían ofreciendo sobre la violencia machista ejercida sobre las mujeres en España. El País publica una entrevista por citas con la criminóloga Andrea Giménez-Salinas. Por fin, se deslizan datos positivos sobre la situación de la violencia de género en España. No somos tan canallas, joder, qué alivio. Dice la criminóloga que nuestros porcentajes de delincuencia sexual están entre los más bajos de Europa. Y discierne lo que nadie hasta entonces había querido discernir de manera pública y notoria: Del total de casos de agresión sexual reconocidos, un 43% fueron perpetrados por extranjeros (un 11% del Magreb, un 15% de Sudamérica – particularmente, de Ecuador – y un 10% de Europa del Este – en especial, rumanos -). Con este ejemplo, no quiero indicar que a partir de él ya todo ha sido poner las cartas boca arriba sin sustraer naipe alguno de la baraja, no. Yo diría que se están dedicando a dar una de cal dirigida a los irritados que se pueden ir rumbo a Vox, caso este de El País, y otra de arena para que el lobby feminista no espante al género que cada partido lleva en su seno, caso de la información de El Mundo citada dos párrafos arriba.

Gráfico de barras horizontales con cuatro segmentos: total de suicidas, suicidios consumados, suicidios en grado de tentativa y porcentaje sobre el total de homicidas, entre 2012 y 2018. Los altos porcentajes llaman la atención sobre problemas psiquiátricos, que no contempla la perspectiva de género.
Los porcentajes de suicidas entre los homicidas de mujeres en el ámbito doméstico y relacional son muy altos. La salud mental es un factor desencadenante ante el que la perspectiva de género mira hacia otro lado.

Pero las buenas noticias, mal que le pese al feminismo de palo y tentetieso, no paran ahí, aunque se omitan. Andar separando el grano de la paja estropearía su estrategia de conflicto, una estrategia que vive de la estadística luctuosa, de datos que se manipulan con fines distintos al que debiera ser principal: reducir al mínimo posible las agresiones a mujeres por razón de su sexo, es decir, las sexuales; y aquellas que se producen en los ámbitos familiar o íntimo relacional por distintas razones. Será frecuente encontrar no uno, ni dos, sino la confluencia de varios factores desencadenantes, entre ellos, qué duda cabe, el modelo de unión familiar patriarcal heredado y condicionado por la inevitable exclusividad maternal de la mujer (Hoy en día, esa exclusividad ha dejado de ser inevitable y es de ley que el feminismo lo reconozca), pero también los condicionantes biológicos, los cuadros marginales o la salud mental.

Los trastornos psiquiátricos son un factor de riesgo, tanto para los agresores como para la víctimas

Cito a la OMS (Organización mundial de la Salud): «Los hombres que tienen un nivel de instrucción bajo, han sido objeto de malos tratos durante la infancia, han estado expuestos a escenas de violencia doméstica contra sus madres y al uso nocivo del alcohol, han vivido en entornos donde se aceptaba la violencia y había normas diferentes para cada sexo, y creen que tienen derechos sobre las mujeres, son más proclives a cometer actos violentos. Las mujeres que tienen un nivel de instrucción bajo, han estado expuestas a actos de violencia de pareja contra sus madres, han sido objeto de malos tratos durante la infancia, han vivido en entornos en los que se aceptaba la violencia, los privilegios masculinos y la condición de subordinación de la mujer corren un mayor riesgo de ser víctimas de la violencia de pareja».

En el informe publicado por el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid en su revista Intervención Psicosocial, agosto de 2018 (Taxonomía de los homicidios de mujeres en las relaciones de pareja, varios autores) se reseña lo siguiente: «(…) algunos trastornos psiquiátricos están asociados con una alta prevalencia y mayor riesgo de ejercer y ser víctima de violencia grave por parte de la pareja, tanto en hombres como en mujeres. Los problemas de salud mental de los agresores, incluyéndose los trastornos de personalidad, pueden sobrepasar el 60% de los casos de HCP (Homicidios contra la pareja)(…)» La cita no responde al análisis de la casuística española, pendiente de las conclusiones de un estudio en marcha. Pertenece a una investigación inglesa, pero sirve al propósito de señalar un factor de riesgo, (alejado netamente de la perspectiva de género) si se la pone en relación con las estadísticas sobre suicidios asociados a homicidios de pareja que tenemos en España (Ver gráfico). En el período 2003-2015 (Delegación del Gobierno para la Violencia de Género) un 32,2% de los asesinos de su pareja o ex pareja intentó suicidarse; el 18,8% lo consumó. En el año 2015, un 26,7% consumó el suicidio, mientras que un 10% quedó en grado de tentativa.

Dije que había otras buenas noticias, además de las que publicó El País el pasado 31 de diciembre, y con ellas quiero terminar este segundo capítulo dedicado a la información sobre «violencia de género», depositada en organismos oficiales, que no frecuenta los medios de comunicación, ni las declaraciones de los políticos. Hace falta repetir que España es uno de los países de Europa y del mundo con las tasas más bajas de violencia sobre la mujer, y eso contando con que un tercio de los HCP han sido cometidos por extranjeros residentes. Las tasas europeas del Eurostat más actualizadas a cerca de homicidios de mujeres por sus parejas o ex parejas indican que España registró en 2014 un 0,24 por 100.000 mujeres; Alemania, por ejemplo, registró el doble: 0,41; Suiza, 0,32; Finlandia, 0,54 (La «paradoja nórdica») y Lituania el 0,94 por cada 100.000 mujeres, entre otras.

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