La canallesca deportiva

España, país de coristas
He llegado a la conclusión de que me gusta escribir desde la ignorancia y que no se note. Se trata de una deformidad profesional. En la carrera nos enseñaban, con el debido apoyo bibliográfico, que la cultura del periodista debía de ser una «cultura mosaico«, una tesela de aquí y una tesela de allá; cultura de baldosines. No decían si el mosaico en su conjunto debía representar algo definido. De entonces data mi afición por el arte abstracto. Un ejemplo de cultura mosaico: ¿Qué es el Barroco? El Barroco es Juan Sebastián Bach, la Tocata y fuga, el jorobado de Notre Dame que sale en la película y la Notre Dame misma, por cuyo incendio reciente nos lamentamos. Esta última observación es de todo punto pertinente, porque la cultura mosaico debe estar apegada a la actualidad tendiendo puentes entre la tradición y la vanguardia, lo culto y lo popular, etc. Sabemos que hay muchas otras orillas necesitadas de puente, pasarela o tablón, no sabemos exactamente cuántas ni cuáles, tendríamos que pensarlo a riesgo de perder el tiempo para nada, por eso decimos etcétera. Decir etcétera es característico de la cultura mosaico. De todo el hilo anterior, para que ustedes calculen cómo piensa el periodista a jornada completa y media, hubiera salido el siguiente titular sobre el suceso de marras: «El Barroco en llamas». Efectista y efectivo. Todos los que no estuvieron allí lo vieron a través de la pantalla, como en el cine se viera El Coloso.
Lenguaje mosaico e ir al grano
La cultura mosaico implica lenguaje mosaico. Esto también lo aprendimos en la facultad, a pesar de que íbamos poco a clase. Eran principios fundamentales y muy bien recibidos, por otra parte. El escritor de literatura o de ensayo, técnicas al margen, debe conocer en profundidad el tema sobre el que ha de tratar, debe haberse documentado tanto cuanto quepa y haber acumulado buenas lecturas de donde extraer léxico, sintaxis y estilo con que exponer lo suyo. Un trabajo ingente que no está pagado si vienes de familia Pérez o si no vas a la función pública. El periodista tiene que darse prisa. Es un recadero que como, por lo general, gana poco se aviene a admitir propinas, pero esto es de otro capítulo. Debe construir su lenguaje a partir de la normativa académica asimilando estilos próximos o propios del género que trate – noticia, crónica, entrevista, reportaje -, el vocabulario técnico o jergal de los temas elegidos y elementos del habla popular. Su estilo debe ser directo e ir al grano; primero el grano y luego la paja. Además, no queda otro remedio.
El que llega con una noticia de reflexión, de esas que sólo repercuten de corteza prefrontal para adentro – de la sección de cultura, concretamente – se queda sin propina.
El que llega con una noticia de reflexión, de esas que sólo repercuten de corteza prefrontal para adentro – de la sección de cultura, concretamente – se queda sin propina. Quien practica esta modalidad del periodismo recibe a cambio de su trabajo la comida y la cama, y libros para leer. Nunca le va a alcanzar para suscribirse a una televisión de pago. El recadero espabilado ha de despachar siempre billetes trascendentales o que lo parezcan: suspender la programación anunciando una noticia de alcance, lanzar ráfagas musicales que predispongan a la ansiedad, colar la suya entre los titulares de apertura, aparecer en primera plana. En otras palabras, debe llegar con ella jadeando y sin resuello para que el destinatario salte de la butaca y le ruegue que sea explícito. El mensajero Filípides (490 a.C.), precursor de los corresponsales de guerra, recorrió la distancia que separaba Maratón de Atenas (42km y 195 metros) en un tiempo récord – se desconoce el registro, lamentablemente – para llevar la noticia de la victoria griega sobre los persas evitando con ello que las mujeres atenienses se pasaran a cuchillo con sus hijos ante el temor de caer cautivas. Filípides sólo fue capaz de pronunciar una sola palabra: Nenikekamen, hemos vencido. Extenuado, cayó al suelo y murió.

San Filípides de Maratón
El ejemplo de Filípides sigue vigente en las facultades de Periodismo, su presura, su extenuación, la noticia condensada en pocas letras y el sacrificio, llegado el caso, de sucumbir en el intento. Una gran responsabilidad. Imagínense en la situación de recibir a un mensajero exánime que trae una embajada de importancia vital. ¿Qué hacer primero, estabilizarle mientras llega el médico o arrancarle un último esfuerzo?: ¡Habla, por tu madre, habla, no te vayas a morir antes!
San Francisco de Sales es el patrón de los periodistas, de todos. San Filípides de Maratón debería consagrarse en particular a los informadores deportivos, se lo merecen. Quién se lo iba a decir hace unos – bastantes – años, y quién me lo iba a decir a mí cuando jugábamos a fútbol aula en las clases vacías de la Universidad de Lejona (Vizcaya). De aquella pandilla ocasional de seis u ocho, todos menos yo establecían su meta en el periodismo deportivo, dentro del cual el no va más sería la retransmisión de un campeonato del mundo. Hoy se podría predicar de alguno de ellos: «Comenzó retransmitiendo los mismos encuentros que disputaba en las aulas universitarias con una pelota de papeles y gomas. Al término de aquellos partidos entrevistaba al máximo goleador, que siempre era argentino y respondía diciendo: Esto, yo pienso de que…«


Si yo fuera extranjero y quisiera matricularme en una escuela de español para impacientes, me apuntaría a un carrusel deportivo de la radiodifusión nacional. Ni más, ni menos. Aprendería «el día a día» de los tópicos al uso, el «lo que es», el «sí o sí», el «generar», el «poner en valor», el «visibilizar» y el «de cara a».
Los deportivos marcan tendencias
En qué cabeza cabía que se pudieran seguir cinco años de estudios hasta la licenciatura para entrar gratis en los partidos de San Mamés y terminar confeccionando las clasificaciones de los equipos de primera, segunda y tercera división de fútbol. En la de ellos, única y exclusivamente; y sólo ellos soñaban con alcanzar una gloria vicaria como cronistas de gestas deportivas. El tiempo les ha dado la razón y a la información del tiempo supera la deportiva en audiencia. Las agencias de publicidad les cortejan, hasta los árbitros retirados proclaman cuñas publicitarias. Son los putos amos de la información diaria en prensa, radio, televisión e internet. Ya casi tienen superado el complejo de incultura que durante tantos años les ha perseguido. En los entreactos de las retransmisiones deportivas recomiendan los superventas editoriales que leen en las vacaciones y concursan entre ellos sobre temas varios que nadie va a poder discutirles. Por ejemplo: «Títulos de las peores películas de la historia». Se cuidan de hacer comentarios escabrosos en horario infantil, conscientes de su responsabilidad como coeducadores del público. Saben que marcan tendencia, incluso, en el habla cotidiana de millones de personas. Ahora son sus compañeros de los servicios informativos quienes les copian expresiones magnéticas que repiten inasequibles al hartazgo más atroz: Ayer se dio el pistoletazo de salida para la presentación de solicitudes de plaza en la guarderías públicas./ El Tribunal Superior de Justicia tumbó el recurso presentado por el partido de la oposición./ La facultad de Medicina ha puesto este año el listón muy alto con una nota mínima de 8,5. / El abogado del Estado, Rufino de Tal, está en todas las quinielas para suceder al subsecretario cesado.
Importadores de anglicismos
Si yo fuera extranjero y quisiera matricularme en una escuela de español para impacientes, me apuntaría a un carrusel deportivo de la radiodifusión nacional. Ni más, ni menos. Aprendería «el día a día» de los tópicos al uso, el «lo que es», el «sí o sí», el «generar», el «poner en valor», el «visibilizar» y el «de cara a». Están a la última en anglicismos, son importadores. Suele haber uno entre ellos que habla inglés y que viaja de madrugada tele-transportado a las ligas de la NBA (National Basketball Association) y de la NFL (National Football League). Al día siguiente, en la redacción, sus compañeros le pasan el cepillo por la chaqueta de tweed y de ahí van cayendo las pelusas: «Alejandro Villanueva, tackle ofensivo, el único jugador español de la Superbowl, no se sumó al boicot a Trump y cantó el himno de Estados Unidos al principio del encuentro». Bueno, con esta noticia no sabemos a qué patria mirar y si sentirnos o no orgullosos. Pero que no decaiga el entusiasmo patriot, Luka Doncic, jugador esloveno de la cantera del Real Madrid, fue el emvipí (MVP Most Valuable Player) de los Dallas Mavericks en el partido que jugó contra los Cavaliers. En fin…, bravo por el chaval. Bien que mal, siempre nos queda Nadal, «¡Vamos, Rafa!». Ganó su décimo segunda copa consecutiva Roland Garros a Dominique Thiem perdiendo sólo un set en el tie break.
Los programas deportivos nos ayudan a no perder la ola tecnológica. Yo ya casi no atiendo otra cosa en la radio y la televisión. Puedes ver una escuchando la otra, acudir a sus podcast con el portátil, enchufarte con la tableta a Youtube para viralizar un gol de Messi, seguir sus hastag de Twiter hasta el trending topic y más allá; y darte el gusto de escucharles decir Whatsapp con acento en la primera «a». Voy a escribir crónicas deportivas de aquí en adelante, me estoy animando. Tengo la suficiente cultura mosaico para hacerlo y que no se note mi ignorancia sobre el tema, ni sobre todo lo demás. De lo del inglés no hay que preocuparse. Hay un cero con cinco por ciento de informadores deportivos en cada programa que lo hablan. El resto, sólo tenemos que hacer la segunda voz; yo, el bajo, porque soy bajo. Es lo que siempre me he dicho, si no vales para solista y quieres cantar el Réquiem, únete al coro. España, país de coristas.

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